logo
DIRECTOR
Manuel Desviat
DISEÑO
Átopos
REDACCIÓN
María José Gil Bonmatí, Ana González Rodríguez, Ana Moreno, Ana Moro, Itzhak Levav, Pilar Nieto Degregori, María Eugenia Ruiz Velasco, Marta Sanz Amador, Rafael Sepúlveda.
CONSEJO EDITOR
P. Amarante, J.M. Caldas Almeida, F. Colina, F. Chicharro, P.G. Delgado, M. Desviat, Domingo Alves, A. Fernández Liria, I. Levav, J. Mas Hesse, F. Pereña, B. Saraceno.
EDITA
Asociación Átopos, salud mental, comunidad y cultura
REALIZACIÓN E IMPRESIÓN
Lúa Ediciones 3.0 S.L.
WEB
Manuel Desviat
Ana Moreno

Vispe Astola A, García-Valdecasas Campelo J.· Postpsiquiatría. Apuntes sobre teorías y prácticas, 2ª ed., Barcelona, Herder, 2023

 

Iván de la Mata Ruiz. Prólogo a la 1era edición de Postpsiquiatría, Madrid, Grupo 5, 2018.

La psiquiatría, como producto ilustrado, surge como intento de adaptar parte de la representación social previa de la locura al lenguaje y método de la medicina  moderna. Este hecho iniciático de la disciplina la confronta desde el principio con dos tipos de problemas. Por un lado, desde una lógica interna, el intento fallido de referir la subjetividad, los fenómenos mentales, a una señal biológica, prescindiendo del significado y del contexto histórico donde surgen esas experiencias, lleva a la psiquiatría a continuas aporías y autorreferencias[1]. Por otro lado, que la definición del objeto psiquiátrico, de lo que es  normal o anormal, venga dado previamente desde el campo de lo social, anterior a cualquier hecho biológico, hace que las relaciones entre la psiquiatría y el orden social se hagan más evidentes y problemáticas que en el caso de la medicina. Estas dos problemáticas inherentes a la psiquiatría determinan que a lo largo de su historia se sucedan intentos de organizar de forma coherente sus saberes y sus prácticas, a modo de configuraciones (la alienación mental, las enfermedades mentales, las grandes estructuras psicopatológicas...) que aparecen, se desvanecen y se reformulan nuevamente, así como diferentes narrativas fragmentadas que buscan explicar de forma total el significado y la causa de la locura (la fenomenología, el organicismo, el psicoanálisis, el enfoque social...). El resultado es que en cada momento histórico distintas narrativas disputan por erigirse en la verdadera ideología y ocupar un lugar hegemónico. Esta disputa  no es ajena al contexto sociopolítico en el que se desenvuelve, sino que, todo lo contrario, establece una relación bidireccional, de manera que determinados discursos surgen como legitimación de unas determinadas prácticas y a su vez esos discursos configuran la mirada sobre los problemas de salud mental y devienen en determinadas prácticas. Por tanto estas discusiones exceden lo meramente académico y se sitúan en el plano de lo social y lo político. Digamos además que, frente a las narrativas dominantes, surgen en cada momento unas resistencias.

Se puede considerar que la ideología o narrativa que domina actualmente la psiquiatría surge a principios de los años 80 del pasado siglo como un nuevo repliegue de la disciplina a su proyecto original de ser una medicina de la mente tras la serie de cuestionamientos que se habían producido en las décadas previas, tanto desde dentro de la propia especialidad como desde disciplinas externas. La ideología dominante se apuntala en torno a un modelo biomédico reduccionista en el que los fenómenos mentales y las conductas son naturalizadas, individualizadas y finalmente explicadas de forma determinista desde alteraciones básicas de la bioquímica cerebral. De esa manera las raíces sociales y culturales de la locura y los problemas de salud mental son negados o tomados como elementos marginales. Igualmente es importante señalar que para entender cómo este discurso biologicista y tecnológico se configura a modo de verdad explicativa de la naturaleza de las enfermedades mentales hay que situar su éxito en el  contexto de los cambios culturales que traen las políticas neoliberales, con su énfasis en la centralidad del individuo.

La psiquiatría biomédica, o biocomercial, como les gusta resaltar a los autores de este libro, parece gozar de muy buena salud si nos atenemos al consumo de psicofármacos o a la creciente cantidad de personas que han sido diagnosticadas con un problema psiquiátrico. Sin embargo, en los últimos años, la psiquiatría biológica reduccionista ha comenzado a dar síntomas de agotamiento y las repercusiones de su praxis cuestionadas tanto desde sectores profesionales (con conclusiones a veces antagónicas) como desde colectivos que han sido objeto de sus prácticas. Incluso, recientemente, al calor de los debates surgidos en el momento de la aparición del nuevo DSM-5, hay quien se atreve a hablar de una “nueva crisis de la psiquiatría”[2], comparando la situación actual con aquella que se dio en los años sesenta y setenta del siglo pasado. Sin embargo, aun sin poder visualizar el alcance real de este cuestionamiento, es imprescindible situar su análisis en el contexto político, social y cultural actual para evitar la idea de que se trate de una simple repetición de viejas batallas que nos impida construir un nuevo espacio crítico frente a la narrativa dominante.

Los textos que Amaia Vispe y Jose Valdecasas nos vienen proponiendo desde que  iniciaron en 2010 su andadura con el necesario blog postPsiquiatría, y que ahora se recopilan en este libro, ampliados con otros artículos, se sitúan en este espacio de análisis crítico del paradigma dominante actual de la psiquiatría y de construcción de una teoría y práctica alternativa. Para los autores, el objetivo de su tarea no ha sido otro que “proporcionar munición a las tropas amigas sobre los peligros de esta psiquiatría biológica a todos los niveles y de las alternativas posibles a la misma”. Añadiríamos que balas de distintos calibres, desde explicitar problemáticas de orden ético y filosófico que atraviesan la clínica, hasta recopilar los estudios que evalúan críticamente la tecnología farmacológica. El libro plantea un recorrido por los problemas ontológicos, epistemológicos y prácticos de una psiquiatría reduccionista que, posicionada en el lugar de verdad, se convierte en una psiquiatría sin límites: ¿qué implica reducir la experiencia y la conducta humanas a un mero epifenómeno de la actividad cerebral?; ¿qué supone para la clínica organizar su conocimiento en torno a unas clasificaciones que naturalizan los trastornos mentales, obviando su origen y construcción social?; ¿de qué manera este modelo está condicionando una praxis medicalizadora, objetivante y coercitiva?; ¿cómo influyen los intereses de las industrias farmacéutica y tecnológica en mantener esta narrativa?. Cuestiones que aparecen inevitablemente en el día a día de las consultas y frente a las cuales los autores no aceptan la huida.

Su pretensión no es tanto tener una respuesta, otra verdad, sino dar luz a problemáticas falsamente cerradas por el discurso dominante y situar en un primer plano los aspectos éticos y hermenéuticos de nuestro trabajo. Para poder organizar esta reflexión crítica los autores eligen un nuevo marco de inteligibilidad adaptado al contexto del pensamiento posmoderno. Ese marco de comprensión, explicitado por Bracken y Thomas en su artículo seminal de 2001[3], se ha llamado postpsiquiatría. Como se explica en el libro, no se trata ya de construir una teoría total alternativa, sino aceptar la naturaleza discursiva de la experiencia y los fenómenos mentales y, por tanto, los límites explicativos de las diferentes narrativas. Situar la psiquiatría en un marco posmoderno implica renunciar a la omnipotencia de generar un metarrelato explicativo para abrirse a otros relatos que den importancia a los contextos (políticos, culturales, económicos y sociales). Significa anteponer una orientación ética a una tecnológica, replantearse las prácticas coercitivas y tener en cuenta que la voz de los usuarios o supervivientes debe ser una de las protagonistas. No sabemos si la postpsiquiatría logrará su objetivo de lograr un cambio  paradigmático, pero como lugar donde poder encontrarse (y perderse) los distintos discursos críticos con la tecnopsiquiatría bien merece la pena. En esta tarea no podemos más que agradecer a Amaia Vispe y a Jose Valdecasas su compromiso e inteligencia, demostrado en las páginas que nos brindan.



[1] Múzquiz Jiménez, A. (2013). Configuración de la psicopatología y práctica psiquiátrica. Rev. Asoc. Esp. Neuropsiq., 33(119): 575-592.

[2] Morgan, A. (2015). Is Psychiatry Dying? Crisis and Critique in Contemporary Psychiatry. Social theory and health, 13(2): 141-161.

[3] Bracken, P. y Thomas, P. (2001). Postpsychiatry: A New Direction for Mental Health. BMJ, 322(7288): 724-727.